Nota tomada del diario La Jornada (23 de julio de 2008) Mayra Martell recurre a la memoria y retrata las atmósferas que dejaron Reconstruye fotógrafa la identidad de las desaparecidas de Juárez■ Documenta la violencia de género mediante una serie de imágenes que muestran ropa, camas y anhelos de niñas y adolescentes con nombre ■ “Esa ciudad ya no tiene arreglo”, indica Ante la compleja problemática de Ciudad Juárez y todo el estado de Chihuahua, “no hemos encontrado nuevos valores”, expresa la fotógrafa, en entrevista con La Jornada Foto: Yazmín Ortega Cortés La fotógrafa Mayra Martell se mueve en uno de los territorios más violentos del país, Ciudad Juárez, donde la mujer es blanco de ataques porque esa urbe fronteriza propicia “que ocurran barbaridades”. Sobre estas líneas, algunas de las imágenes que ha capturado con la cámara de entornos íntimos y familiares que dejaron las víctimas La única solución al problema de violencia que se vive en Ciudad Juárez es desaparecer esa urbe, borrarla del mapa. Lo plantea así la joven fotógrafa chihuahuense Mayra Martell, quien ha dedicado parte de su trabajo a retratar lo que dejaron mujeres que hoy están desaparecidas. Para ello agrupó imágenes en la serie Retrato utópico de la identidad, que se ha exhibido en Quebec y Eslovenia y participó en el encuentro PhotoEspaña, donde quedó en segundo lugar de la categoría Descubrimientos. Son fotografías de los cuartos, la ropa, las camas, los anhelos de niñas, adolescentes y mujeres que se llaman Esmeralda, Erika, Jazmín, Ana, María Elena, Neyra, Diana, Julia, María de los Ángeles, Nohemí, quien dejó adherida a un espejo su lista de metas a corto y largo plazo... Hasta ahora ha documentado 23 casos y en todos los lugares han permanecido como ellas los dejaron, sus familias no cambian nada de sitio, no lavan la ropa porque aún conserva un poco del aroma; lo que sí lavan son las sábanas. Todo lo demás permanece y se crea una atmósfera muy particular. “Es como hablar de su presencia a través de los recuerdos que tienen sus familias. Son chicas que salieron a la escuela o a la tienda; que tienen cinco, 10 años desaparecidas y su familia no sabe si regresarán. “Lo increíble de todo esto es que no hay una cifra exacta de personas desaparecidas y eso te hace pensar ‘no son cosas, ¿cómo se pueden perder personas, tantas personas, y nadie puede decir cuántas chicas están desaparecidas?’ “Ello hizo preguntarme qué es lo que pasa con los espacios donde vivieron. Este trabajo comenzó así, por curiosidad.” Pérdida de la confianza La propuesta de Mayra Martell, que ahora también es un video documental que muestra en escuelas, se inició cuando la fotógrafa regresó a Ciudad Juárez, el lugar en el que nació, en 1979, y de donde salió varios años para estudiar. Al volver, recuerda, ya había muchos letreros de mujeres desaparecidas y muchas de ellas, “si todavía viven deben tener mi edad. “Al conocer la situación –agrega– fue tanta mi curiosidad al ver los carteles que terminé preguntando en la Procuraduría de Justicia las direcciones y teléfonos. “Sí me interesaban las mujeres asesinadas de Juárez, pero no tanto como las desaparecidas, que es como una etapa suspendida; nadie sabe qué pasa con ellas, si están vivas, si algún día regresarán.” Al principio no fue fácil porque los familiares de esas mujeres habían perdido la confianza. “Entre 1998 y 1999 fueron muchos periodistas y trataron muy mal a las madres de familia. Era ‘agarre esta foto de su hija y póngala’, pero nunca volvieron y no les enseñaron qué había pasado con ese material. “Primero fue romper esa barrera, después las señoras me trataban como si yo hubiera sido amiga de sus hijas: abrían los cajones, me mostraban la ropa y se dio algo interesante, que es la reconstrucción de la identidad con base en la memoria. Yo quería documentar eso, hablar de ellas, pero, ¿cómo hablas de una persona que no está ahí? Por eso retrataba sus espacios.” Se trata de salas donde al lado de las fotografías familiares se encuentra el cartel que anuncia su desaparición, la ropa que coloca una madre sobre la cama para mostrar a la fotoperiodista la estatura de su hija, el papelito en el que una de ellas –Anita, de nueve años– apuntó: “papá te quiero mucho, eres el mejor papá”, el retrato hablado que se hizo en la procuraduría de Neyra, desaparecida hace 12 años, y que es la única imagen que tiene su madre, María Salas. “Como muchas no tienen fotos, la reconstrucción es mediante la memoria. Ahora que lo pienso, creo que no fotografío la ausencia, sino la presencia que continúa en esos espacios”. Por eso parte de ese trabajo está dedicada a las colchas de las camas de quienes desaparecieron. Miedo e incertidumbre Mayra Martell se mueve en uno de los territorios más violentos del país, donde la mujer es el blanco de los ataques. Esto, subraya, “es por la educación que hemos recibido; además, Chihuahua era una zona de batalla; estamos en un desierto, la familia, la religión y las autoridades dejaron de funcionar y no hemos encontrado nuevos valores. “Es una ciudad fronteriza, de paso, sin identidad porque viene gente de todo el país, de Centroamérica y Sudamérica; entonces el pensamiento es ‘estoy aquí, pero ya me voy’, y es cuando pasan las barbaridades. “En Juárez ya caducamos como especie, ya no tiene arreglo; ahí se comete lo peor de lo peor, no son sólo las muertes, sino lo que ocurre: mujeres, a veces niñas, que son violadas, torturadas y hechas pedacitos, en ocasiones por sus propios familiares. “Es una ciudad con una vibra muy cargada, personas con miedo, que no saben qué va a pasar; pero, claro, también está la parte de la gente con dinero.” Mayra Martell también capta otros aspectos y realiza una serie de fotografías con presuntos asesinos y sobre las calles, muchas veces en ruinas, de esa complicada ciudad del norte de México. “Lo que me interesa es que el material sea biológico, que tenga un lenguaje biológico, que provoque algo en quien lo vea, que se produzcan reacciones y emociones.” | |
miércoles, 23 de julio de 2008
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